12.12.06

Clásicos

"-He leído su obra completa -era mentira, sólo faltaría, pero quedaba muy bien decirlo- y pienso que comete un error y sólo uno, pero decisivo. Usted es un gran lector de los clásicos, pero sólo de los clásicos. Piense lo siguiente: ninguno de los autores que han llegado a la categoría de clásico deseaba ser como los autores clásicos que se leían en su época. Los admiraban, sí, pero no los imitaban. Por otra parte, señor Hardlington, es obvio que los mejores no pueden compararse entre ellos. Para medir a fondo el valor de un autor bueno, en realidad lo tenemos que comparar con los autores malos.
Con las dos manos sostenía un libro; alargué los brazos hacia Hardlington como si fuese una ofrenda. Era un viejo producto mío y el peor de todos: Pandora en el Congo, el primer encargo del Doctor Luther Flag.
-Soy de la opinión, señor Hardlington, que un buen autor ha de seguir su propio camino, muy al margen del que hayan abierto los clásicos. Un autor nunca tendría que fijarse en los libros que quiere imitar, sino en aquellos a los que no desea que se parezcan los suyos.
Y terminé:
-Según mi opinión, señor Hardlington, un buen escritor debe tener sólo un objetivo en su vida narrativa, uno sólo: no escribir nunca ese libro."

Albert Sánchez piñol en la tremebunda Pandora en el Congo.

En realidad este post iba a ser colgado en The Gentle Art of Writting Enemies, con la sana idea de averiguar si los nobles artistas que allí colaboran también creen que se puede aprender más sobre el arte de escribir de un mal libro que de un clásico, pero dado que mi "amigo" blogger, que llevaba una temporada tranquilito, no me deja acceder a él, lo cuelgo aquí.

¿Qué opináis, nobles visitantes, es mejor intentar copiar virtudes o escapar de defectos ajenos?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Las virtudes se aprenden, no se copian, y los efectos se pegan con demasiada facilidad.

Por otro lado, es curioso que si el arte clásico era mímesis (según Aristóteles), hayamos creado toda una valoración de la cultura basada en la mímesis de la mímesis.

Pero vamos, a título personal: me resulta imposible tener claro qué quiero escribir antes de ponerme a ello, pero siempre intetno tener muy claro qué es lo que no quiero escribir.

Mola el post :)

kuroi yume dijo...

La originalidad es un bien escaso (si no extinto), creo que lo mejor que se puede hacer es ser sincero, e intentar ser libre.

No dirigirse hacia lo perfecto, ni alejarse de lo que no se quiere hacer. Simplemente dejarse llevar.

Puede resultar un argumento algo pueril, pero creo que es lo más justo para los lectores de un escritor.

el foliot rojo dijo...

Después de tantos siglos de creación artística, el hecho de que se pueda escribir algo que resulte original, novedoso, bueno, virtuoso, sorprendente... me parece casi imposible. Que eso siga ocurriendo, y encima con cierta frecuencia, me parece milagroso, ¿no crees?
Me resulta muy difícil pensar en escribir sin tener en cuenta todo lo que se ha escrito antes. ¿Cómo librarse de ese peso abrumador? Quizás simplemente, como dice Kuroi Yume, dejándose llevar e intentando ser sincero y libre. No pretender escribir una obra maestra ni tampoco dar por hecho que lo que pongamos sobre el papel no será más que una mera copia o un bodrio definitivo...
A veces pienso que esto es una mezcla extraña de aprendizaje e "instinto": estás escribiendo y has dado con las palabras justas, que surgen fluidas, y sabes que ese es el "tono" que debe tener el asunto, aunque no seas demasiado consciente de cómo ni por qué ocurre. Simplemente, ahí está.

Juanma Sincriterio dijo...

Claro que es difícil, sino imposible, ser original a estas alturas, pero el caso es que eso no es obstáculo para intentar hacer lo mejor posible lo que sea que hagas (el texto habla de literatura, pero creo que la reflexión es igualmente válida para cualquier tipo de actividad creativa, ya sea pintura, cine, o lo que sea). Y seguramente no sea cuestión de elegir entre evitar errores ajenos o asimilar (tienes razón, Javier, "copiar" no es la palabra adecuada) aciertos de otros, sino una mezcla de ambos, ya que de todo se aprende.
Pero este párrafo me ha hecho reflexionar, y creo que estoy bastante de acuerdo. Tengo bastante claro a qué no quiero parecerme, y no tanto a qué quiero llegar.

¿Dejarse llevar y ser sincero? Claro, pienso que la única originalidad posible es la que otorga la mirada personal de cada uno. El instinto del que habla Foliot. Pero la parte del aprendizaje... Cuando preguntan a alguien por sus influencias siempre contesta con una lista de nombres de los que considera que ha aprendido algo. ¿Y el aprender a no hacer algo no es una influencia también?

el foliot rojo dijo...

Mmm of course... Es importante saber a qué no quieres parecerte. Puede que aprender a no hacer algo también sea una influencia como dices, Juanma. ¿Quizás hasta más importante?

saricchiella dijo...

Interesante pregunta, Juanma. Personalmente, yo creo en una solución intermedia.

En cuanto a la forma, a mí me es muchísimo más sencillo fijarme en lo que NO quiero hacer, por el hecho de que es más fácil darse cuenta de lo que te saca de la historia, o de lo que te chirría cuando lees, que de las herramientas utilizadas que te llevan por las páginas.

Ahora, si hablamos del fondo la cosa cambia. Creo que puedes contarlo TODO, si sabes cómo hacerlo bien. Entonces, cuando estás planteándote qué escribir, la inspiración es una mezcla de todo lo que has leído y, de una forma u otra, te ha llegado. Y, aunque sea inconscientemente, intentas imitarlo.

Lo que quiero decir es que, al escribir, intento que el lector se sienta de una forma determinada, exactamente como yo me siento al pensar sobre la idea que estoy narrando. Y sé lo que tengo que hacer para no salirme del camino, pero la forma de seguirlo (el ritmo, el estilo...) es lo que se va descubriendo poco a poco.

De todos modos, de todos los autores se pueden sacar cosas buenas y cosas malas. Cuando preguntan por las influencias de un autor, están preguntando a quién se parece, para que los lectores puedan hacerse una idea. A mí Julio Verne me influyó muchísimo, tanto para bien (me encantan las novelas de aventuras, y el tufillo a viaje al futuro del autor me fascina) como para mal (no aguanto TANTO detalle técnico).

Buff... por último, me ha encantado el post ^^ tendré que pasarme por The Gentle Art of Writing Enemies con más frecuencia :)

Saludos!!

Anónimo dijo...

Muy bueno tu artículo. :-)

Precisamente al leer "Pandora en el Congo" creí percibir que el amigo Sánchez Piñol, entre otras cosas, hacía una especie de autocrítica de su anterior novela, "La piel fría".

¿Original? ¿Qué puede ser original en la vida? La visión de cada uno de nosotros es original, nadie asimila su experiencia de la misma forma. Si le propones a cincuenta escritores que escriban una historia con los mismos datos, al final tendrás cincuenta historias diferentes... ¡Y te estarán contando lo mismo! Pero variará el enfoque, el énfasis en según qué detalles, la percepción de lo que cuentan.

Cuando escribimos estamos dejando un jirón de nosotros en cada frase. De acuerdo, hay jirones muy diminutos y otros sólo hacen pupa. Pero cualquier plasmación de arte es eso: una deformación de la realidad, tamizada por los ojos del artista. El Greco era astigmático y hacía alargadas las siluetas. Entonces al final, ¿el resultado qué es, arte o astigmatismo?

No te lo preguntes y sigue escribiendo mientras sientas la necesidad de hacerlo. Que sean otros quienes contesten, aunque cada uno dirá una opinión diferente.

Y es que al final lo importante es incitar opiniones, crear inquietudes. El arte es una pregunta que suscita muchas respuestas.

Al menos eso ponía en mi galletita de la suerte...