Norton I, el emperador
No se sabe muy bien cuándo nació Joshua Abraham Norton. Las fechas varían entre 1814 y 1819.
De hecho, se sabe muy poco de su vida hasta que en 1849 llegó a San Francisco en plena fiebre del oro dispuesto a hacer fortuna comerciando. Durante un tiempo le fue bien, y llegó a acumular bastante dinero, pero una mala inversión le dejó arruinado. Sin un puñetero dolar en el bolsillo. Así que hizo lo único que podía hacer, enviar la siguiente proclama a la redacción del San Francisco Bulletin:
"En la petición y el deseo perentorio de una gran mayoría de los ciudadanos de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton, antes de la Bahía de Algoa, del Cabo de Buena Esperanza, y ahora por los pasados 9 años y 10 meses de San Francisco, California, me declaro y proclamo emperador de estos Estados Unidos; y en virtud de la autoridad de tal modo envestida en mí, por este medio dirijo y ordeno a los representantes de los diferentes Estados de la Unión a constituirse en asamblea en la Sala de Conciertos de esta ciudad, el primer día de febrero próximo, allí y entonces se realizarán tales alteraciones en las leyes existentes de la Unión como para mitigar los males bajo los cuales el país está trabajando, y de tal modo justificar la confianza que existe, tanto en el país como en el extranjero, en nuestra estabilidad e integridad."
El hombre se proclamó emperador, y la gente le siguió el juego. Durante el resto de su vida. Pese a estar total y completamente arruinado, y seguramente medio loco, comió siempre en los mejores restaurantes a cuenta de la casa, e incluso tenía un asiento reservado en los teatros de la ciudad. Cuando Norton I entraba en la ópera, todos los demás asistentes se ponían en pie y guardaban silencio hasta que se sentara. Por supuesto, al ser emperador, tomó medidas para hacer del suyo un país mejor, tales como abolir el congreso y expulsar a Lincoln, o enviar a algún gobernador al manicomio. O abolir una compañía ferroviaria por haber tenido la desfachatez de no invitarle a comer gratis en uno de sus vagones... Por suerte la compañía rectificó, proporcionandole un pase vitalicio y disculpándose públicamente.
Él fue quien dijo que deberían construír un puente sobre la bahía de San Francisco, y aunque tardaron sesenta y pico años, al final le hicieron caso.
Como fue un gobernante justo y honrado, no se enrriqueció gracias a su posición. De hecho, llegaron a detenerle en una ocasión por vagabundo. La gente se indignó. Mucho. Y no se tranquilizó hasta que el director de la policia le liberó y una delegación de concejales le visitó y le pidió disculpas varias veces. Era magnánimo, y olvidó el incidente.
Era tal la influencia de este loco que, en una ocasión llegó a detener a una turba. Iban los manifestantes indignadísimos hacia el las viviendas de los trabajadores chinos, dispuestos a apalear a varios de ellos, cuando Norton I se colocó frente a la manifestación, se subió a una caja para que todo el mundo le viera, y se puso a cantar. Y a continuación soltó un largo discurso sobre las ventajas de llevarse bien con todo el mundo y la necesidad de amar al prójimo. Debió ser grandioso, pues la enfurecida masa se transformó en un montón de gente sonriente de camino a su casa: Disolvió la turba.
Este personaje vivió hasta 1880, por lo que fue emperador de los Estados Unidos (y protector de México) duante 21 años. Siempre vivió en San Francisco, donde se convirtió en una atracción turística más. A su entierro asistieron más de diez mil (10.000) personas, el cortejo se extendía por más de tres kilómetros. Como decía su necrológica: "«El Emperador Norton no mató a nadie, no robó a nadie, no se apoderó de la patria de nadie. De la mayoría de sus colegas no se puede decir lo mismo."
Joshua A. Norton, el primer y, hasta ahora, único emperador que han tenido los Estados Unidos, todo un personaje. Y, por cierto, uno de los santos de la religión Discordiana, de la que hablaremos mañana. O quizás pasado mañana.
Por cierto, la historia es verídica.
"En la petición y el deseo perentorio de una gran mayoría de los ciudadanos de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton, antes de la Bahía de Algoa, del Cabo de Buena Esperanza, y ahora por los pasados 9 años y 10 meses de San Francisco, California, me declaro y proclamo emperador de estos Estados Unidos; y en virtud de la autoridad de tal modo envestida en mí, por este medio dirijo y ordeno a los representantes de los diferentes Estados de la Unión a constituirse en asamblea en la Sala de Conciertos de esta ciudad, el primer día de febrero próximo, allí y entonces se realizarán tales alteraciones en las leyes existentes de la Unión como para mitigar los males bajo los cuales el país está trabajando, y de tal modo justificar la confianza que existe, tanto en el país como en el extranjero, en nuestra estabilidad e integridad."
El hombre se proclamó emperador, y la gente le siguió el juego. Durante el resto de su vida. Pese a estar total y completamente arruinado, y seguramente medio loco, comió siempre en los mejores restaurantes a cuenta de la casa, e incluso tenía un asiento reservado en los teatros de la ciudad. Cuando Norton I entraba en la ópera, todos los demás asistentes se ponían en pie y guardaban silencio hasta que se sentara. Por supuesto, al ser emperador, tomó medidas para hacer del suyo un país mejor, tales como abolir el congreso y expulsar a Lincoln, o enviar a algún gobernador al manicomio. O abolir una compañía ferroviaria por haber tenido la desfachatez de no invitarle a comer gratis en uno de sus vagones... Por suerte la compañía rectificó, proporcionandole un pase vitalicio y disculpándose públicamente.
Él fue quien dijo que deberían construír un puente sobre la bahía de San Francisco, y aunque tardaron sesenta y pico años, al final le hicieron caso.
Como fue un gobernante justo y honrado, no se enrriqueció gracias a su posición. De hecho, llegaron a detenerle en una ocasión por vagabundo. La gente se indignó. Mucho. Y no se tranquilizó hasta que el director de la policia le liberó y una delegación de concejales le visitó y le pidió disculpas varias veces. Era magnánimo, y olvidó el incidente.
Era tal la influencia de este loco que, en una ocasión llegó a detener a una turba. Iban los manifestantes indignadísimos hacia el las viviendas de los trabajadores chinos, dispuestos a apalear a varios de ellos, cuando Norton I se colocó frente a la manifestación, se subió a una caja para que todo el mundo le viera, y se puso a cantar. Y a continuación soltó un largo discurso sobre las ventajas de llevarse bien con todo el mundo y la necesidad de amar al prójimo. Debió ser grandioso, pues la enfurecida masa se transformó en un montón de gente sonriente de camino a su casa: Disolvió la turba.
Este personaje vivió hasta 1880, por lo que fue emperador de los Estados Unidos (y protector de México) duante 21 años. Siempre vivió en San Francisco, donde se convirtió en una atracción turística más. A su entierro asistieron más de diez mil (10.000) personas, el cortejo se extendía por más de tres kilómetros. Como decía su necrológica: "«El Emperador Norton no mató a nadie, no robó a nadie, no se apoderó de la patria de nadie. De la mayoría de sus colegas no se puede decir lo mismo."
Joshua A. Norton, el primer y, hasta ahora, único emperador que han tenido los Estados Unidos, todo un personaje. Y, por cierto, uno de los santos de la religión Discordiana, de la que hablaremos mañana. O quizás pasado mañana.
Por cierto, la historia es verídica.
6 comentarios:
Hasta la última frase me he estado preguntando si esta maravillosa historia era real o no. Qué pasada. Me ha encantado :-)
Pues yo hasta la última frase no me acordaba de dónde había oído antes esta historia. ¿En Sandman, no?
Me alegra de que te haya gustado, Juan Antonio. Sí, es completamente cierta, y es maravillosa. El loco que cree rey, se comporta como tal y consigue vivir como un rey...
Sí, Raquel, protagonizó un número de Sandman. Y por lo que he visto también aparece en algún album de Lucky Lucke
Era (y sigue siendo, literariamente hablando) un personaje genial, y el arquetipo de loco bonapartiano por excelencia
¿No había también un libro sobre él de un autor muy conocido? Me suena. Y no me refiero al comic.
Hummm... Bueno, hasta donde yo sé, Mark Twain se basó en él al crear a uno de los personajes de Huckleberry Finn...
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