"El tren perpetuo se ha vuelto salvaje. El consejo de hierro es ahora un renegado"
La estación de la calle Perdido tiene el honor de ser la primera novela de fantasía que yo haya leído (y llevo unas cuantas) en la que aparecen las palabras "huelga" y "carga policial". Me chocó, qué queréis que os diga, acostumbrado a huír de plagios cada vez más descarados de El señor de los anillos (que sí, es adictiva y memorable, pero también tiene un tufillo reaccionario que pa qué...) encontrarme con una novela con una clara conciencia social y un descarado espíritu contestatario. Además de ser capaz de provocar varios terremotos cerebrales de alta intensidad, con su búsqueda radical de sorprender a cualquier precio.
La Cicatriz, siguiente novela de China Miéville, no me enganchó de la misma manera. Me pareció demasiado. Demasiado ansiosa por epatar, por buscar el más difícil, grande y salvaje todavía.
¿Y qué tal El consejo de hierro? Pues por lo pronto no sorprende tanto como en su día lo hizo Calle Perdido, pero eso es normal. Al desarrollarse en un escenario conocido se pierde el factor sorpresa, y además el autor se muestra bastante más comedido que en La Cicatriz. Esta novela busca menos sorprender a cualquier precio y más explicar una historia potente. El resultado es su novela más equilibrada hasta la fecha.
¿Y de qué va? Pues de una revuelta, y del valor de los símbolos.
Una revuelta contra la autoridad por parte de los oprimidos de Nueva Crobuzón, que sigue resultando un escenario tan fascinante como en Calle Perdido, casi un personaje más de la novela. ¿La rebelión de los oprimidos? Qué original, ¿no? Bueno, hablamos de China Miéville, un tipo que aún atándose en corto tiene cincuenta veces más imaginación de lo normal, así que quizás no sea muy original, pero sí diferente. Una novela de fantasía normal no se cuestiona sobre la importancia (o no) de los artistas a la hora de generar opiniones, ni sobre los límites entre rebelión, revuelta, revolución y terrorismo. Y por supuesto no hacen todo esto en medio de una novela de acción sin descanso.
Y en cuanto a los símbolos... Pensad en un tren. Siempre el mismo recorrido, atrapado en las vías. ¿Se os ocurre una imagen mejor para la rutina, lo predecible y prefijado, la falta de libertad, en definitiva? Pues gran parte de esta novela está dedicada a convertir a ese tren en símbolo de libertad y libre albedrío, y ese tren libertario es la imagen que queda al acabar el libro.
¿He dicho ya que me ha encantado?
Actualización: Ya que estamos con lo de los principios, si pincháis aquí podréis leer las primeras quince páginas de El consejo de hierro.
La estación de la calle Perdido tiene el honor de ser la primera novela de fantasía que yo haya leído (y llevo unas cuantas) en la que aparecen las palabras "huelga" y "carga policial". Me chocó, qué queréis que os diga, acostumbrado a huír de plagios cada vez más descarados de El señor de los anillos (que sí, es adictiva y memorable, pero también tiene un tufillo reaccionario que pa qué...) encontrarme con una novela con una clara conciencia social y un descarado espíritu contestatario. Además de ser capaz de provocar varios terremotos cerebrales de alta intensidad, con su búsqueda radical de sorprender a cualquier precio.
La Cicatriz, siguiente novela de China Miéville, no me enganchó de la misma manera. Me pareció demasiado. Demasiado ansiosa por epatar, por buscar el más difícil, grande y salvaje todavía.
¿Y qué tal El consejo de hierro? Pues por lo pronto no sorprende tanto como en su día lo hizo Calle Perdido, pero eso es normal. Al desarrollarse en un escenario conocido se pierde el factor sorpresa, y además el autor se muestra bastante más comedido que en La Cicatriz. Esta novela busca menos sorprender a cualquier precio y más explicar una historia potente. El resultado es su novela más equilibrada hasta la fecha.
¿Y de qué va? Pues de una revuelta, y del valor de los símbolos.
Una revuelta contra la autoridad por parte de los oprimidos de Nueva Crobuzón, que sigue resultando un escenario tan fascinante como en Calle Perdido, casi un personaje más de la novela. ¿La rebelión de los oprimidos? Qué original, ¿no? Bueno, hablamos de China Miéville, un tipo que aún atándose en corto tiene cincuenta veces más imaginación de lo normal, así que quizás no sea muy original, pero sí diferente. Una novela de fantasía normal no se cuestiona sobre la importancia (o no) de los artistas a la hora de generar opiniones, ni sobre los límites entre rebelión, revuelta, revolución y terrorismo. Y por supuesto no hacen todo esto en medio de una novela de acción sin descanso.
Y en cuanto a los símbolos... Pensad en un tren. Siempre el mismo recorrido, atrapado en las vías. ¿Se os ocurre una imagen mejor para la rutina, lo predecible y prefijado, la falta de libertad, en definitiva? Pues gran parte de esta novela está dedicada a convertir a ese tren en símbolo de libertad y libre albedrío, y ese tren libertario es la imagen que queda al acabar el libro.
¿He dicho ya que me ha encantado?
Actualización: Ya que estamos con lo de los principios, si pincháis aquí podréis leer las primeras quince páginas de El consejo de hierro.
10 comentarios:
Por no hablar de la lectura que hace de la guerra de Irak y la reflexión sobre el terrorismo. A veces tira demasaido de trazo grueso en la manera de reflejar sus ideas, pero escribe de pm el muchacho...
Sí, apunta maneras, ¿no? ;)
Particularmente no me molesta que sea, digamos, poco sutil al plasmar su ideología en sus libros, tampoco es que haga panfletos (casi te diría que El señor de los anillos es más panfletario que cualquier libro de Miéville, y conste que me encantó). El tipo tiene su punto de vista y lo expone a las claras. Y su punto de vista, teniendo en cuenta el entorno en que se mueven sus novelas (el fantástico) es diferente y refrescante.
Pero por encima de todo, van dos de tres veces que cojo un libro suyo, me agarra de los bajos y no me suelta hasta tiempo después de haberlo terminado.
Una cosa que Tolkien comparte con Mieville es que sus historias no eran escapistas ni meras aventuras: quería contar algo, hablar de las cosas, no huir de ellas. Y frente a Miéville, incluso las sagas de gente como Martin o Sapjkowski se me quedan un poco cortas en ese sentido.
¿El Sapkowski escapista? No sé, no sé, puede que el primero de los libros (el de los cuentitos) pero según avanza la serie se empieza a poner pesadín con la geopolítica. Y me encanta, conste.
A mi no me mires, yo me quedé en los dos de cuentos de Sapkowski, tengo las novelas ahí, esperando en la pila. Cualquier día de estos me pegaré un atracón de Geralt, y entonces ya hablaremos...
Juanma, como sé que te gusta la fantasía con carga política y las novelas con grandes inicios ;) te recomiendo, si no la has leído ya, "La olla de oro" de James Stephens. Una delicia. :)
Y el Consejo de hierro aún no lo he leído, pero después de haber disfrutado con "La estación..." caerá seguro
Apuntada "La olla de oro" para la próxima vez que salga a comprar libros. Gracias por la recomendación!
Un pequeño apunte sobre El concilio de hierro: está jodidamente bien escrita (perdón por el taco).
Totalmente de acuerdo. Incluso en el taco.
Bienvenido, Dj.
Yo no he leído a Martin, pero Sapkowski, al menos en las novelas, no para de lanzar alegorías sobre la segunda guerra mundial, como ha dicho Raquel. A ver si me leo el sexto que lo tengo en la pila...
En otro orden de cosas, la fantasí "industrial" tiene también otro exponente (con cargas policiales y huelgas) en Las edades de la luz. Quizá se pase de moroso, pero es una relectura de Dickens en fantasía.
Y para rematar, a mí El consejo es la que menos me ha gustado de Mieville, más que nada porque me parece un refrito de las dos anteriores, con ciudades móviles y la parafernalia filofascista de Nueva Crobuzon. No es que no me gustase, ojo, pero al lado del aluvión de ideas de La Cicatriz (entre ellas la espada cuántic... digo posible, el arma más acojonante jamás descrita) o la sorpresa de La estación de la Calle Perdido, El consejo de hierro palidece. Lo cual no quita para que me compre y lea lo siguiente suyo que salga, claro. Es más, apuesto a una especie de revolución de octubre en Nueva Crobuzon para el próximo libro
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