Dulli, mucho más comunicativo, ejerce gustoso de maestro de ceremonias en todo momento, jaleando a la gente y dirigiendo a la banda (perfectamente uniformados todos, porque son gente elegante). A Lanegan ya le va bien. Él está ahí para cantar, y todos lo sabemos. Y cuando canta... ¿Sabéis qué? Mejor os lo enseño en este video que algún desvergonzado tuvo la poca decencia de colgar:
Si se oyen berridos probablemente sean de servidor desgañitándose, a esas alturas el concierto iba ya viento en popa, hacía un momento que una casi demasiado intensa Idle hands (ya la conocéis si leísteis el post del viernes) había caldeado definitivamente el ambiente y todos estábamos ya en manos de los Twins. Tremenda la compenetración entre los dos cantantes, como se compensan la economía de gestos de Lanegan con las ganas de implicar a la gente de Dulli, cómo están encantados dejando lucirse al otro. La complicidad es evidente, y no es raro verles intercambiar guiños y sonrisas (sí, también Lanegan sabe sonreír). Si la canción es de Lanegan, Dulli ejerce de lider de su banda de acompañamiento. Si es de Dulli, Lanegan sigue en su pose pero sin cantar. Es curioso lo que hace el carisma, que se pueda llenar tanto un escenario sin moverse...
Tocaron prácticamente entero Saturnalia, el primer (y muy recomendable) disco de esta pareja, y sonó a gloria, pero el delirio llegó en los bises. Antes ya hubo algún guiño al pasado, como la preciosa Papillon de Twilight Singers (el penúltimo proyecto de Dulli), en la que Lanegan aprovecha para colar unos versos de Shadow of the season de los trees, con la consiguiente locura entre el público, pero nada comparado con lo que provocaron Methamphetamine blues (tremebunda, en serio) y, ésta no me la esperaba para nada, una increíble Hit the city, originalmente un dueto entre Lanegan y PJ Harvey que sonó tremenda, aún sin la Harvey.
Resumiendo, Lanegan estuvo tal y como le recordaba (ya le había visto hace años en directo), sólido y con una voz demasiado profunda para ser humana, y hasta disfrutando por momentos. Y Dulli, este sí, encantado de la vida con su amiguete, dirigiendo a la banda (gran banda, hay que decirlo), hablando con el público y derrochando chulería y clase. Si hubiera sido un combate de boxeo Lanegan habría vencido a los puntos y Dulli habría aguantado más que dignamente. Al ser un esfuerzo conjunto, vencieron los Gutter Twins, y nosotros nos fuimos a casa derrotados, rendidos y encantados de la vida.