27.9.08

Hoy es el día más triste del año

1925-2008




Siempre fue mi favorito. 

D.E.P.

25.9.08

El hechizo Bonelli

Porque debe ser un hechizo, si no no entiendo nada. Roski sabe de qué va, y seguro que muchos más también. A él se lo provocó Dylan Dog  pero,  aunque yo también he caído en sus garras (¿Cómo no hacerlo, con historias como la del Santa Claus Berseekr? El hecho de que comiencen a a publicarlo en breve en orden cronológico desde el principio sospecho que no hará más que potenciar el hechizo), el tebeo de la editorial Bonelli (publicados aquí por Aleta) que me ha hechizado hasta más allá de cualquier esperanza de salvación ha sido Dampyr.

Hijo de un vampiro y una humana, el Dampyr es una figura clásica de la mitología eslava y, dicho pronto y mal, es cazador de vampiros. Este Dampyr, Harlan Draka, viaja acompañado de una vampiresa buena y un antiguo soldado, con el objetivo de encontrar y acabar con su padre, un vampiro chungo de verdad. ¿Original? No demasiado, no hay que esforzarse mucho para encontrar similitudes con Blade, Buffy (inciso: ¿Por qué tantas cosas me recuerdan a Buffy últimamente?) o incluso a Predicador, por ese punto de cinismo que gastan los personajes. No demasiado original, repito. Pero luego están los detalles... 


Detalles que hacen que este tebeo tenga personalidad propia, como el hecho de que no tema coger ideas de la literatura de terror de todas las épocas (gotitas de Stephen King, a ratos Lovecraft, E. T. A. Hofmann, Gustav Meyrink, Bradbury, toda la literatura gótica...) Prácticamente cada historia es un homenaje a un clásico.

Pero no solo de literatura vive Dampyr, no faltan las relecturas de leyendas tales como las de los rockeros infernales, con un capítulo especial sobre la leyenda de Robert Johnson, el bluesman que vendió su alma al diablo en un cruce de caminos para aprender a tocar la guitarra...

... incluso el cine de terror tiene su historia, una relectura de La Rosa Púrpura del Cairo en versión monstruosa. No faltan ni Nosferatu, ni Jason ni Leatherface. Ni los cenobitas, si nos ponemos. 

Pero por supuesto no son solo las influencias o guiños más o menos cultos los que hacen atractivo este tebeo. Tiene mucho que ver el que estas historias de cien páginas cada una estén escritas con profesionalidad, tengan tiempo de respirar e ir creciendo poco a poco, y estén dibujadas siempre de manera más que correcta (muchas veces bastante mejor que eso).


Como el resto de colecciones de la editorial Bonelli, probablemente Dampyr no vaya a revolucionar el medio, pero el caso es que como entretenimiento bien realizado no tiene precio, y es adictivo, casi tanto como el tabaco.


Y tiene una historia con cowboys muertos vivientes. En serio, Cowboys from hell, ¿Quién puede resistirse a eso?

1.9.08

Un viaje por el desierto


En realidad no hay mucha diferencia entre The Wire y Generation Kill, más allá de las obvias en cuanto a temática se refiere (lógicamente, al compartir creadores). Ambas retratan a un puñado de gente intentando hacer bien su trabajo pese a sus jefes, y en ambas la importancia de la trama palidece frente a la realidad que muestran, una realidad a pie de calle (bueno, de "campo" en la segunda, pero ya entendéis a qué me refiero). En las dos el compromiso con el verismo es irrenunciable, y quizá por eso ambas acaban pareciendo más un documental que una serie de tv. Y en las dos se ve claramente que sus responsables SABEN de qué están hablando.

Si la primera se basaba en experiencias vividas por Ed Burns y David Simon en primera persona, Generation Kill se basa en las experiencias vividas por Evan Wright, un reportero de Rolling Stone empotrado en un batallón de reconocimiento de marines. Los primeros cuarenta días de la guerra. Y para no perder nada por el camino, el mismo Wright se ha encargado de escribir la serie (junto a los dos genios de The Wire). Si en The Wire teníamos a camellos y yonkies reales ejerciendo de extras (incluso a una asesina convicta interpretando a una asesina), en Generation Kill tenemos a dos de los mandos y uno de los marines de aquel batallón actuando y asesorando. Y la veracidad que transmite la serie es apabullante.

Quizá el mayor mérito de la miniserie, la raiz de la sensación de "realidad" que transmite la serie, sea la ausencia de trama. No es que, como he leído por ahí, flojee la trama al avanzar los episodios, es que directamente no importa. Una voz grabada que suena durante los créditos finales del último capítulo nos da la clave: Un marine afirma que "Los medios solo cuentan mierda. Seguro que nadie se atrevería a hacer una serie sobre el día a día de un marine". Porque lo que vemos es no tanto escaramuzas y acciones heróicas sino a un puñado de personas en medio de un viaje (no por casualidad gran parte de la serie transcurre dentro del vehículo en el que viaja el reportero...). Los errores tácticos, las malas decisiones, los bombardeos sobre objetivos civiles y el maltrato a los rehenes, todas esas cosas que hemos ido sabiendo sobre esta guerra están ahí, de fondo. No se nos ocultan, pero tampoco se utilizan como reclamo fácil. A Simon, Burns y Wright no les interesa hacer propaganda de ningún tipo. Con mostrar la cruda realidad es suficiente. Quizá por eso Generation Kill resulta mucho más inteligente, más dura y más difícil de rebatir que cualquier documental que Michael Moore pueda llegar a imaginar.